Coros – sentido


7 INDICACIONES PARA COROS SANTOS Y FECUNDOS

  1. El propósito del coro es de ayudar al encuentro personal entre Dios y todos los participantes de la asamblea.

El coro esta entonces al servicio de Dios y de la asamblea de los fieles: no se reúne para el mismo, sino hace parte del pueblo de Dios que vive la celebración. El coro está llamado a dar lo mejor de sí, de acuerdo a un espíritu de don de si mismo a Dios y al prójimo. Debe estar en el templo con la consciencia continua del evento sobrenatural de la Misa: presencia de los Ángeles y de todos los Santos del Cielo, venida del Espíritu y de Cristo, en la adoración a Dios padre.

Sant Agustino: « Cantar es rezar dos veces. »

Concretamente, esto encuentro se realiza cuando los servidores de la liturgia (sacerdotes, coro, lectores, acólitos, sacristía, flores…) ellos mismos rezan interiormente todo lo que dicen, cantan y hacen.

 

  1. El coro no se hace escuchar sino ayuda con humildad la asamblea a escuchar a Dios: el canto litúrgico no es una exhibición o un espectáculo, ningún Misa es un concierto

 

  1. Prepararse espiritualmente con cuidado, de manera personal y comunitaria:

lectura cotidiana de un versículo bíblico cotidiano (sino del evangelio diario) al mínimo,

– oración continua personal en el resto de la semana,

vida sacramental (confesión una vez al mes y comunión: es una condición, para no constituir un obstáculo a la gracia en la asamblea litúrgica),

– estudio común de las lecturas bíblicas del próximo domingo en cada reunión semanal del coro.

Técnicamente también: toda celebración exige siempre del coro una repetición.

 

  1. Escoger bien los cantos

– que sean siempre palabras dirigidas hacia Dios, o por la salida, hacia Maria (rechazar sistemáticamente los cantos « horizontales » de una época reciente, dignos de clubs de futbol donde se canta no a Dios sino al pueblo de Dios (los hombres) o a la iglesia misma (« arrianismo litúrgico »): el canto litúrgico debe proclamar a los Misterios del Amor divino y a la respuesta de nuestros corazones.

– que sean cantos preferiblemente nutridos de la Biblia o de los escritos de Santos,

en relación a las dos « mesas«  de la Misa: las lecturas bíblicas del día, y el sacrificio eucarístico.

Por ejemplo, el canto de entrada y el tono de los otros deben corresponder a las lecturas bíblicas por el Adviento, Navidad, Cuaresma, Pascua, Pentecostés y otras solemnidades… Los cantos de ofertorio y de comunión son más intemporales y corresponden más a la adoración de Dios.

– evitar los cantos habituales parroquiales o demasiado viejos y usados, sino sacar de la tradición local espiritual (estilo peruano histórico, Comunidad de las Bienaventuranzas, renovación…)

– renovar regularmente el repertorio del coro

– que se recurre al patrimonio musical histórico de la Iglesia, en particular al canto gregoriano o a los cantos de las Iglesias del Oriente cristiano (bizantino, maronita…).

– pueden ser cantos de otras comunidades eclesiales cristianas (evangélicos…), visto que sus palabras son conformas a la Sagrada Escritura, históricamente recogida y trasmitida por la Iglesia católica.

– de preferencia, que sea técnicamente posible de aprenderlos para la asamblea, e ayudarla proyectando siempre las palabras del canto.

– que sean solo cantos explícitamente cristianos, especialmente en matrimonios, como aquellos de películas conocidas. Seria fruto de la ignorancia y de la superficialidad de los esposos que no tienen claro el sentido litúrgico del sacramento que celebran.

 

  1. Ayudarse con instrumentos, como se hizo en el Templo de Jerusalem y en la tradición de la Iglesia.

La guitarra se puede usar en la cultura latina, pero tiene su debilidad por las celebraciones con asambleas numerosas.

 

  1. Evitar las grabaciones o pistas: el canto grabado es falso como las flores artificiales. El canto litúrgico es expresión de un pueblo verdadero y por lo tanto no puede ser construido.

 

  1. Enseñar a cantar: la música sacra abre al misterio, toca el corazón, acerca a los alejados, no necesita traducciones. Une y eleve, de allí su poder extraordinario. Por eso tenemos que aprender y enseñar a cantar porque hoy se canta poco en nuestras iglesias y las asambleas no están acostumbradas a expresarse con el canto.